Entre las acciones de cooperación científica francesas, las misiones arqueológicas seguramente sean las herramientas menos conocidas y las más originales.
Los estrechos vínculos que existen entre la arqueología (disciplina que Francia contribuyó a crear) y la diplomacia responden a una larga tradición que se remonta a mediados del siglo XIX. Este proceso se reimpulsó nada más acabar la Segunda Guerra Mundial, con la creación de la Comisión Consultiva de Investigación Arqueológica Francesa en el Exterior, a iniciativa del general De Gaulle y del arqueólogo Henri Seyrig, comisión conocida como la «comisión de las excavaciones».
La Comisión Consultiva de Investigación Arqueológica en el Exterior reúne a los mejores especialistas de cada área geográfica y periodo para proponer las grandes orientaciones científicas y evaluar la calidad de los proyectos de investigación. Los proyectos seleccionados obtienen financiación por parte del ministerio encargado de Asuntos Exteriores francés.
Hace 70 años que este último apoya a equipos sobre el terreno en todo el mundo y garantiza la perennidad de la investigación de excelencia. Por ello, hay misiones francesas que participan en descubrimientos de primer orden, como el hombre de Tumai en el Chad, o que trabajan en lugares emblemáticos como Pompeya, en Italia, Angkor en Camboya, Petra en Jordania o Lalibela en Etiopía.
Se da apoyo a más de 160 misiones al año, que se realizan en los cinco continentes. Generan una intensa cooperación científica y universitaria, la creación de una red de investigación internacional o la integración de investigadores locales en los equipos de excavaciones.
También posibilitan la transferencia de conocimiento y de competencias entre socios, la formación de los jóvenes investigadores y la valoración de las técnicas punteras francesas.
En un contexto de globalización de los intercambios y de intensificación de las amenazas que se ciernen sobre los lugares clave de la civilización, a la vez por los hombres y por el clima, las misiones arqueológicas también cumplen funciones sociales:
responder a los nuevos desafíos de la preservación de sitios en zonas de crisis y su rehabilitación posconflicto;
favorecer el diálogo con los países que acogen las misiones;
permitir el mantenimiento o la reapertura del diálogo sin importar los cambios políticos gracias a las alianzas duraderas que crean sobre el terreno.