Discurso de Jean-Noël Barrot, Ministro para Europa y de Asuntos Exteriores (7 de octubre de 2024)

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Se llamaban Oded, Ortal, Céline, Maya, Yéheskel, Orion, Liel, Karine, Illa, Yitzhak, Sigal, Henri, Ruth, Moriah, Elyahou, Avida, Bar, Dan. Habían nacido en Israel, en Francia o en alguna otra parte y tenían toda la vida por delante.

Hace exactamente un año, fueron asesinados salvajemente durante la peor masacre antisemita de nuestra historia desde la Shoá. En los kibutz de Be’eri, Zikim y Kfar Aza, en los senderos de Nir Oz y en las calles de Sderot, el alegre amanecer de lo que debía ser un día festivo se vio, de repente, desgarrado por un horror inefable. Y fue este mismo lugar, bajo los eucaliptos del Festival Nova, el primero que los terroristas de Hamás invadieron para destruir la vida, destruir el amor, en un estallido de salvajismo y crueldad extremos, en una nefasta procesión de masacres, torturas y violaciones.

Es con singular emoción que hoy me encuentro aquí junto a ustedes, estimadísimos compatriotas de Israel. Emoción frente a la inmensa tragedia que azotó a nuestros niños, nuestros mayores, nuestros amigos. Cada uno de ellos representa una herida en nuestros corazones que nada ni nadie podrá sanar. En este día tan doloroso, Francia llora con Israel a nuestros 48 compatriotas víctimas de la barbarie. Ocho meses después del homenaje que rindió el presidente de la República Francesa en el Patio de Honor de los Inválidos, permítanme reiterar el más sentido pésame de la nación a las familias rotas. No hay tragedia más dolorosa que la pérdida brutal de un hermano, de un padre, de una hermana, de un hijo, que ninguna palabra, ningún homenaje, podrá devolver. Estos hijos, sus hijos, los lloramos junto a ustedes. Y deseo decirles a las familias, a los padres de Liel, y a los demás, que me ha conmovido muy profundamente el heroísmo, la valentía de algunos jóvenes que, durante la tragedia, aceptaron dar su vida para que algunos de sus compañeros pudieran sobrevivir. Nunca los olvidaremos.

Pienso también en los heridos, que intentan reconstruirse; en las personas desplazadas que resisten, con el apoyo constante de nuestros equipos diplomáticos y consulares, cuya incansable labor a su servicio celebro. Pienso, finalmente, en los rehenes, en su sufrimiento, en su valentía: Erez, 11 años, y Eitan, 12 años; Sahar, 16 años; Mia, 21 años. Liberados luego de intensos esfuerzos, con alegría y emoción. Elia y Orion, asesinados. Y, por supuesto, Ofer, 52 años, padre de familia, y Ohad, 50 años, padre de familia, que continúan sumidos en el oscuro infierno del cautiverio. El presidente de la República recibirá en algunas horas a sus allegados y les reiterará el mensaje que aquí pronuncio solemnemente: Francia nunca abandonará a sus compatriotas, nunca dejará de exigir a Hamás que libere sin condiciones a todos los rehenes.

Señoras y señores: hace un año que Israel vive en la sombra de la guerra. Una guerra que afecta los fundamentos mismos de la seguridad de Israel, a la cual Francia está apegada de manera indefectible. Una guerra que produce cada día más sufrimiento. Y nuestra comunidad francesa en Israel, una de las más importantes del mundo, no está eximida de estos sufrimientos. A nuestros cerca de 180 000 compatriotas de Israel, les digo con firmeza: Francia los ama, la República estará siempre junto a ustedes, como lo estuvo en los primeros momentos de esta terrible tragedia. Puesto que respondimos, ante todo, con acciones concretas a la situación de emergencia y angustia en la que se encontraban entonces: donaciones de sangre, vuelos chárteres, ayuda de emergencia social, acompañamiento psicológico, etc. El Estado movilizó por ustedes todos sus instrumentos y seguirá velando por ello. Me comprometo personalmente a ello.

Pero la nación está también junto a sus hijos, en Israel, con el corazón y con el espíritu. En toda Francia, hoy, los franceses de Francia continental, de ultramar, del extranjero, piensan en sus hermanos en Israel, convencidos de que los ataques de las fuerzas del oscurantismo y del revisionismo no podrán nunca prevalecer sobre las fuerzas de la verdad y las fuerzas del espíritu. De que las tinieblas no prevalecerán nunca sobre la luz.

Y como testigo de la formidable resistencia de Israel y de la valentía de su pueblo, les deseo que este nuevo año sea un año de esperanza. Por la liberación de los rehenes, por la reconstrucción de las comunidades, por la fraternidad y por la paz.

שתהיה שנה חדשה בסימן שלום ותקווה
(Que este nuevo año sea un año de paz y esperanza)