Europa: el poder de la "solidaridad de hecho" por Jean-Yves Le Drian y Amélie de Montchalin (9 de mayo de 2020)
El 9 de mayo de 1950, por medio de Robert Schuman, Francia y Alemania colocaban juntas la primera piedra del edificio de la construcción europea al decidir «someter la producción franco-alemana de carbón y de acero a una Alta Autoridad común, en una organización abierta a los demás países de Europa».
Pensemos justo hoy, setenta años más tarde, en la valentía que hizo falta entonces para tender la mano al enemigo del pasado, en la audacia necesaria para poner en el centro de un proyecto de paz y de reconciliación a «esas regiones, que durante tanto tiempo se [habían] dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas [fueron] las primeras víctimas» y en la perspicacia para comprender que, frente a los nuevos equilibrios geopolíticos que se perfilaban, la fuerza de nuestras naciones residiría muy pronto en la solidez de sus vínculos.
Evaluemos juntos el camino recorrido, como un impulso frente a la tragedia de la Historia, desde las ruinas del año cero a la prosperidad recobrada y desde el desgarro a las promesas cumplidas de una unidad recuperada en torno a los valores humanistas que compartimos en nuestro continente y a los principios democráticos que hemos elegido darnos.
Reactivemos plenamente el sentido de la Declaración Schuman, no solo por fidelidad a nuestra memoria común, sino también para hallar respuestas a las inquietudes y a los problemas de nuestro presente. Frente a la crisis que hoy día sacude nuestras vidas y algunas de nuestras certezas, retomemos los fundamentos de la construcción europea: la cooperación de los Estados al servicio de los pueblos, el deseo de realizaciones concretas y el poder de la solidaridad al servicio, ante todo, de lo humano. Lo necesitamos.
Porque lo que nos ha dado fuerzas para seguir adelante en las últimas semanas ha sido realmente esa «solidaridad de hecho» que la Declaración Schuman instaba a poner en la base de la construcción europea. Esa solidaridad que hoy lleva el rostro del personal sanitario alemán, rumano o luxemburgués, ocupado en salvar la vida de pacientes italianos o franceses, se materializa en cada uno de los gestos que hacemos para ayudarnos unos a otros y garantiza el futuro de nuestras economías y nuestros empleos.
Mañana, si queremos aprender la lección de esta crisis, tendremos que seguir consolidando, en el terreno de la salud pública, «la Europa que protege», retomando el llamamiento lanzado por el presidente de la República Francesa en septiembre de 2017. ¿Cómo hacerlo? Pues una vez más, reforzando la solidaridad de hecho al servicio de una Europa de la salud más reactiva, más soberana y más solidaria. Deberemos asegurarnos de que el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades puede realmente dar la alarma a la primera señal de peligro, constituir reservas estratégicas para el suministro de productos y equipos sanitarios, aunar esfuerzos en materia de investigación y reforzar los vínculos entre nuestros servicios hospitalarios.
También tendremos que sacar conclusiones de esta crisis para organizar mejor nuestro espacio común, Schengen, instaurando, por ejemplo, un mecanismo de gestión de nuestras fronteras más integrado.
La Europa de la Declaración Schuman es también una Europa capaz de realizar «esfuerzos creadores», entre europeos y también con los hombres y las mujeres del mundo entero, para hacer frente a los peligros que nos amenazan. Una Europa comprometida con la defensa del multilateralismo y los bienes públicos mundiales como son la paz y la estabilidad internacionales, pero también el medioambiente, la biodiversidad y la salud humana, íntimamente ligados.
Sin duda más que nunca, nuestro mundo necesita a una Europa decidida a encarnar esta visión.
Actualmente, Europa está claramente donde se le espera: gracias a ella, se ha movilizado al mundo entero para reunir desde ya 7400 millones de euros en promesas de donaciones para respaldar la respuesta mundial al COVID-19.
Europa apoya también los esfuerzos de los países más vulnerables, principalmente los del continente africano, de nuevo con total fidelidad a la Declaración Schuman que, ya en 1950, resaltaba la fuerza de los vínculos entre África y Europa.
Llegado el momento, Europa seguirá ahí, junto a sus socios, para reforzar la gobernanza sanitaria mundial. Abogaremos por una reforma ambiciosa de la única organización de salud pública universal del mundo, la OMS, que debe disponer de los medios necesarios para desempeñar plenamente el papel indispensable que le corresponde. Abogaremos por una mejor coordinación de los actores de la salud a nivel internacional. Abogaremos por poner la transparencia en el centro de la acción, pues es la mejor manera de prepararnos para hacer frente a las pandemias que podrían golpearnos en el futuro. Para alertar a los gobiernos e informar al público, sería conveniente poner en marcha un alto consejo mundial de salud humana y animal, a imagen y semejanza del IPCC.
Actuar «en un punto limitado, pero decisivo», brindar al mundo «la contribución de una Europa organizada y viva»: eso fue lo que propusimos a los europeos hace setenta años. Los tiempos han cambiado y los desafíos de hoy no son los de ayer. Sin embargo, para el continente sigue siendo la hora de la verdad: creemos y sabemos que el espíritu de la Declaración Schuman puede seguir guiándonos.
No olvidemos nunca de dónde venimos, no olvidemos nunca dónde reside la fortaleza de nuestro continente y, así, seguiremos escribiendo juntos nuestra historia, la gran historia de la solidaridad que ha forjado a Europa.